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SOCIAL CRISTIANOS.

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viernes, 6 de septiembre de 2013

EL TOMISMO EN LAS ENCICLICAS SOCIALES. SEGUNDA PARTE.

EL TOMISMO EN LAS ENCICLICAS SOCIALES. SEGUNDA PARTE.

FRANCIA.

Respecto a Francia vamos a mencionar a Lacordaire y Ozanam.
En el año 1835 Lacordaire es nombrado el predicador de cuaresma en la catedral de Notre Dame, en París y en este cargo permanece hasta el año 1851, con la excepción de los años de su noviciado, cuando entra, en 1837, en la Orden de Santo Domingo, en Italia. Los años de noviciado son para él los años de profundización de la filosofía y de la teología de Santo Tomás. Volviendo a predicar en la catedral de Notre Dame en París, en 1843, Lacordaire trata casi todos los temas sociales de actualidad a la luz del pensamiento tomista. Así, durante los once años, en la primera mitad del siglo XIX, casi cincuenta años antes de la publicación de la encíclica Rerum Novarum, en las 73 conferencias, predicadas en el principal templo de Francia, en la catedral de Notre Dame, se formulaba, a la luz del tomismo, la moderna doctrina social de la Iglesia.

Federico Ozanam (1813-1853), nacido en Milán, pertenece al grupo de los iniciadores forjadores de la moderna doctrina social de la Iglesia en Francia, destacándose especialmente en el campo de la caridad. Muy precoz, en su temprana juventud es asiduo lector de San Agustín y de Santo Tomás. A la edad de veinte años, todavía estudiante universitario junto con sus compañeros, funda la famosa institución de caridad las Conferencias de San Vicente de Paul (1833).

Al mismo tiempo, el grupo de Ozanam, en otro plano, el parlamentario, sale con las iniciativas legislativas. Para estos fines fundan la Sociedad de la Economía Caritativa, compuesta por economistas, parlamentarios y moralistas. Su finalidad es el estudio de los problemas sociales y la elaboración de los proyectos de leyes sociales. (...)

ALEMANIA.

La más seria y la más efectiva contribución para la elaboración de la moderna doctrina social de la Iglesia, a base del tomismo, en la primera mitad del siglo XIX, viene de parte del obispo alemán Ketteler. Además su doctrina recibe una completa aprobación oficial de parte de la Santa Sede, pues casi en su totalidad está incorporada en la encíclica Rerum Novarum y, por esta razón, a ella conviene dedicar más espacio que a las demás.
Wilhelm Emmanuel Graf von Ketteler (1811-1877), nace en una familia aristocrática protestante (...) viene la conversión al catolicismo y la vocación sacerdotal. Ketteler entra en el Seminario, estudia filosofía y teología y especialmente el pensamiento de Santo Tomás. A la edad de 33 años es ordenado sacerdote...después de 6 años del trabajo sacerdotal es consagrado obispo de Maguncia (Meinz), en el año 1850. Toma parte en la vida política, primero como diputado al parlamento local, en Frankfurt y después como diputado al Reichstag. Es muy activo en el Concilio Vaticano I. Durante veinte años es el principal orador sobre los temas de moral social con ocasión de los Katholikentage (Las Jornadas Católicas). (...) El Papa León XIII le llamó su precursor.

El pensamiento de Ketteler podemos reducirlo a los puntos siguientes:
1. La causa principal de todos los males sociales de nuestros tiempos es el Liberalismo; el Socialismo y el Comunismo son los “frutos amargos” del Liberalismo.
2. El problema más grave, que exige una radical e inmediata solución, es el carácter proletario de los obreros.
3. La solución de la “cuestión obrera” puede venir sólo por la justa remuneración del trabajo, que consiste en un salario vital, familiar y que permita el ahorro; por el salario vital hay que entender un salario que permita al trabajador una vida sana y digna del ser humano; por “familiar” hay que entender una remuneración que permita al trabajador mantener su familia (de esta manera se soluciona el problema del trabajo de las mujeres-esposas-madres fuera del hogar y de los niños); además la justa remuneración es la que permite al trabajador honesto y económico el ahorro, como único camino a la propiedad, sin la cual el obrero sería obligado de permanecer en su estado de proletario.
4. La propiedad privada es la base de la libertad, de la vida familiar y el orden social; todos deberían ser propietarios.
5. Hay que volver al concepto cristiano de la propiedad privada; es decir, una propiedad limitada, a la cual es intrínseca la función social.
6. Es necesaria la promulgación de una vasta legislación social; sobre la remuneración; sobre las condiciones del trabajo; las horas del trabajo; sobre el descanso; sobre el trabajo de la mujer; sobre el trabajo de los niños; sobre los sindicatos y las asociaciones.
7. Hay que reconocer la autoridad y la vigencia de la Ley Natural como base de toda la vida social y política.
8. Hay que respetar el principio de la participación, en todos sus aspectos: social, económico, político y cultural.
9. El Estado debería respetar el principio de subsidiariedad (no usa este término, pero sí habla de la función supletiva del Estado), rechazando tanto el concepto del Estado policial (Polizeistaat), como el concepto del Estado-guardián (Nachtwachterstaat).

A estos puntos se puede reducir la doctrina de Ketteler, expuesta en sus predicaciones y homilías, en sus discursos en los Parlamentos, en sus discursos con ocasión de los Kathalikentage y en sus escritos. El mismo presentó su doctrina en esta forma resumida en su famoso discurso pronunciado en Offenbach (1869), que pasó a la historia bajo el nombre de la Carta Magna del movimiento obrero cristiano. Este programa, básicamente presentado por Ketteler en el año 1848 (es decir, el año del nefasto Manifiesto Comunista de Marx), pasó casi íntegramente a la encíclica Rerum Novarum, a la cual el Papa Pío XI, en la encíclica Quadragesimo Anno, llamó la Carta Magna de los obreros, repitiendo el nombre que espontáneamente fue puesto a la doctrina de Kettler.

Es muy significativo que en el mismo año 1848 se formulan estas dos soluciones opuestas: la de la doctrina social de la Iglesia, formulada por Ketteler y la del Socialismo y del Comunismo, formulada por Karl Marx. La primera ve la solución de la “cuestión obrera” en la desproletarización de la clase obrera, mientras que la segunda, la de Marx, ve la solución en la completa proletarización de toda la sociedad, quitando la propiedad privada a todos, por la supresión de la misma institución de la propiedad privada.

Las encíclicas sociales son tomistas no solamente porque con frecuencia recurren al tomismo y se basan en el pensamiento tomista, sino también porque acogen y hacen suya la moderna doctrina social de la Iglesia, elaborada por los tomistas de la primera mitad del siglo XIX, especialmente por Liberatore, Lacordaire y Ketteler.
En los siglos XIX y XX, frente a los errores metafísicos y teológicos y sus consecuencias en las doctrinas sociales, económicas y políticas, las encíclicas sociales defienden por una parte las tradicionales posiciones del pensamiento cristiano, es decir, del pensamiento tomista y, por otra parte, a base de esta philosophia perennis, formulan las nuevas exigencias étnicas.

El tomismo, en su tiempo, reconcilió la razón con la Fe, lo natural con lo sobrenatural, al hombre con la sociedad, lo económico con lo moral, la Ley Natural con la Revelación, al empresario con el trabajador y, prácticamente, a base de estas reconciliaciones, elaboró los principios morales del orden social, económico y político, fundado en el concepto de la dignidad de la persona humana y del bien común; en el concepto de la sociedad como un cuerpo moral, a base de la analogía con el cuerpo-organismo biológico; compuesta por las personas con destino eterno y por eso la sociedad humana debería también glorificar a Dios, por su misma existencia, por su estructura armoniosa, jerárquica, orientada hasta Dios, dando en todo siempre la prioridad a los valores espirituales, revelados y enseñados por Cristo, pues Cristo, por derecho propio, es el Rey de la sociedad humana, siendo su Redentor e Intermediario entre toda la creación y el Creador, el Dios Padre.
De esta manera, también en las encíclicas sociales la Iglesia hace suya la doctrina de Santo Tomás -Thomae doctrinam Ecclesia suam fecit en las encíclicas sociales- y si es así, la presencia del tomismo en la oficial doctrina social de la Iglesia exige un método definido respecto a las interpretaciones de las distintas expresiones y frases de los textos de las encíclicas sociales, a saber, el “método del contexto”, según el cual, en el caso de algunas dudas, todas las expresiones discutibles deberían ser interpretadas dentro del contexto no solamente inmediato, de la misma encíclica, sino también dentro del contexto general; pues bien, este contexto general es el tomismo.

De ahí se deduce que para una correcta interpretación de las encíclicas sociales y de toda la moderna doctrina social de la Iglesia, se necesita el conocimiento del pensamiento tomista y la buena voluntad de interpretar todo de acuerdo con el tomismo. Sólo pues los tomistas están capacitados para interpretar correctamente las encíclicas sociales.

(Acción, 81; 10-8-05)

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